La
educación es el mejor antídoto contra la
violencia del “Rambo” de Alzira y el
“guiri loco” |
Un día me matará”,
había advertido muchas veces Jennifer a sus amigas
de Alzira antes de que, finalmente, su ex compañero
Ismael burlara la protección judicial y confirmara
el negro presagio. Éste es el segundo caso
registrado este año en el que un maltratador acaba
con la vida de su pareja pese a estar sujeto a una
orden de alejamiento en vigor, un mecanismo de
defensa que, a decir de los expertos, es eficaz en
un número no despreciable de situaciones. Este
cinturón de seguridad alrededor de la mujer
amenazada, igual que la vigilancia policial y la
acción de los servicios sociales, son sistemas de
defensa mejorables pero útiles en la lucha contra la
estadística que nos dice que cada semana muere por
lo menos una mujer por esta suerte de terrorismo
familiar. Lo que ocurre es que parecen no bastar
cuando la celotipia delirante o una psicopatía
extrema llevan a un hombre a comportarse con sus
seres más próximos como lo haría un animal salvaje.
“Aquí guiri loco”, dijo el miércoles el asesino de
Irina y de su bebé de 8 meses a los policías que
venían a esposarle. Es probable que la única manera
de desactivar a estos potenciales asesinos sea
mejorar la eficacia de esta red de seguridad; aunque
siempre habrá un Ismael que consiga burlarla, no hay
alternativa a corto plazo.
De cara a un futuro
menos inmediato, hay consenso en que urge mejorar la
educación para evitar que el estereotipo del hombre
que reacciona con sangre al darse cuenta de que se
ha convertido en nadie a los ojos de su pareja se
perpetúe a través de las generaciones. El nuevo
Gobierno socialista ha dado un paso en ese sentido
anunciando la implantación de una asignatura
obligatoria de convivencia e igualdad. Profesores y
maestros trabajan ya hoy en día con ese mismo
objetivo en el contacto diario con sus alumnos. El
plantear estos temas en clase permite a los
docentes, sin embargo, darse cuenta de que no basta
con una asignatura de enunciado políticamente
hipercorrecto si en el grupo familiar no se educa a
los niños en la misma dirección.
Una profesora de un
instituto barcelonés cuenta que preguntó a chicos y
chicas de primer ciclo de ESO –entre los que había
inmigrantes de Argentina, China y el Magreb– sobre
su participación en labores domésticas. El resultado
fue: todas las chicas colaboraban regularmente en
tareas generales del hogar, mientras que los chicos
alegaban que para qué mover un dedo si sus madres y
hermanas mayores “lo hacían estupendamente”. “Muchos
padres educan a los niños a partir de esta
distribución de las tareas y lo que hacen es fijar
un estereotipo que más adelante puede convertirse en
un factor de desigualdad”, apunta esta profesora. Un
desequilibrio instaurado a edad temprana en un
momento en el que el hombre, en su versión más
tradicional, se ve amenazado por la independencia
creciente de la mujer y siente en el estado extremo
la necesidad de imponerse de la manera que lo hizo
el viernes el “Rambo” de Alzira.
Ni Ismael ni el “guiri
loco” optaron por el suicidio, recurso del parricida
que no quiere afrontar el día siguiente de la
tragedia. “Yo te he besado antes de asesinarte, no
me quedaba otra cosa que hacer que lo que he hecho
para poder morirme sobre tus besos”, le hace decir
Shakespeare al protagonista suicida de “Otelo”,
lectura sobre el poder devastador de los celos que
debería ser obligatoria en la asignatura que prepara
Zapatero. |